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viernes, 21 de febrero de 2020

Etología canina – El Territorio - Capítulo 2

Erik Farina 2014

Cuando se sabe cuán compleja es la organización del espacio en que vive el perro resulta fácil comprender las repercusiones que sobre el equilibrio del perro pueden tener las perturbaciones e incoherencias que afectan a ese territorio.

Se puede considerar que la gestión del espacio del grupo en cuyo seno vive el perro tiene mucho que ver la génesis de las sociopatías, es decir, de los trastornos de la organización social así como en la de ciertas agresividades secundarias y depresiones de involución.

Las Sociopatías

En el caso de las sociopatías el mecanismo es bastante sencillo. Cuando el cachorro cumple cinco o seis meses, se produce la ruptura de los lazos afectivos y sociales que lo ligaban con su medre; esa ruptura, que también se llama “abandono”, va acompañada de la prohibición de frecuentar el centro del territorio (donde hasta entonces vivía con su madre) que a partir de entonces queda reservado exclusivamente a los líderes.

El cachorro que se introduce en el seno de una familia humana no sufre ese abandono ni esa marginación debido a la fuerte afectiva que se establece entre el perro y su dueño. En este caso, el joven macho (estos problemas afectan más a los machos que a las hembras), cuya situación social no está suficientemente definida, se convierte en un rival potencial del macho líder, en este caso su amo.

Los primeros enfrentamientos que se produzcan tendrán lugar en el campo de aislamiento de los dueños (el dormitorio) por lo que hay que procurar que el perro no se instale con su amo en esa habitación. En la medida en que dicha situación se puede evitar con relativa facilidad, las sociopatías se corrigen sin mayores problemas. No ocurre lo mismo con otras patologías del comportamiento ligadas a desequilibrios territoriales.

Agresividad y Depresión

Conviene recordar aquí que el territorio está normalmente organizado en campos, cada uno de los cuales tiene una función precisa. El campo de aislamiento, por ejemplo, es extremadamente importante para el equilibrio emocional del perro. En efecto, dicho campo es el lugar al que se retira el animal en caso de peligro o de conflictos que no ha podido resolver a su favor.

El emplazamiento lo elige el perro en función del grado de seguridad que le proporcione. Es evidente que el rango social y el equilibrio emocional del perro influyen en esa elección. Los dominados y los ansiosos intentan sustraerse por completo a la vista de los demás miembros del grupo familiar mientras que los dominantes y los sujetos estables se muestran mucho menos difíciles en ese aspecto.

Sin embargo, ocurre muy a menudo que sea el dueño quien decida el campo de aislamiento ( o lugar de descanso) del perro, y que lo haga en función de contingencias meramente humanas. A veces, esta manera de actuar puede plantear problemas y si el dueño no tiene en cuenta ciertas necesidades del perro, puede ocurrir que éste se vaya a dormir a un lugar diferente del que se le había reservado.

Así, pues, hay que respetar algunas reglas. Después de haber descartado todos los lugares que puedan tener valor: dormitorios, pasillos, sofás, sillones, etc.., se ha de tener en cuenta que al perro le tranquiliza tener un techo justo por encima de la cabeza. Tal es la razón de que a estos perros les guste tanto dormir debajo de una mesa, en una caseta, en un cesto (en el caso de las razas pequeñas).

Pero de nada servirá encontrar un buen campo de aislamiento si sus condiciones de acceso son un impedimento para la tranquilidad del perro, pues cuando éste se retira su rincón después de haber sufrido una agresión o cuando se encuentra enfermo, sufre o tiene necesidad de dormir (una fuerte tensión emocional precede al momento de dormirse), necesita encontrar la calma.

Por otra parte, para el perro que sufre o ha sido vencido, el campo de aislamiento se confunde con el de agresión, y el intruso, cualquiera que sea, será severamente amonestado por el ocupante del lugar. Por consiguiente, todos los propietarios deben saber que nunca se debe perseguir a un perro que se retira a su cesto o a su rincón preferido después de haber sufrido una reprimenda. ( Lo mejor es siempre corregir un perro en positivo, y nunca reñirle)

Infringir esta regla significa exponerse a ser mordido, lo cual debe considerarse como la expresión del profundo malestar que sufre el perro agredido de esta manera.

Por otra parte, un perro enfermo que se refugia en su cama no se debe cuidar de una manera demasiado seca y sin preámbulos. Hay que acercarse con una voz suave y tranquilizadora, inclinarse hasta ponerse a su altura sin intentar ,mirarlo a los ojos. Si empieza a tener convulsiones y a temblar girando la cabeza, sepa usted que intenta decirle que está enfermo y quiere impedir que se le acerque.

Deténgase, pues su insistencia podría provocar una relación de agresividad debida al miedo. Después de haber interrumpido su anterior actitud, intente tranquilizarlo adoptando posturas de invitación al juego (para ello, dese pequeños golpes en las rodillas inclinando varias veces la parte superior del cuerpo hacia adelante); y no pase de ahí hasta que el perro adopte posturas que indiquen que se tranquilizan.

Los perros frecuentemente agredidos en su campo de aislamiento podrán desarrollar una agresividad secundaria cuando los mordiscos basten para alejar a los intrusos, o, por el contrario, caer en una depresión si la táctica no da resultados.

Estos estudios, son realizados con perros salvajes y perros abandonados la gran mayoría del estudio en protectoras caninas de diversas provincias y regiones, diferentes razas, mestizos, tamaños, edades, perros sanos, perros maltratados, heridos y perros enfermos, el estudio se ha realizado con mas de 2000 perros.


Por: Erik Farina (Etólogo Canino)

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