lunes, 8 de febrero de 2021

Etología Canina Comportamiento Social del Perro Capítulo 3


 

Comportamiento Social del Perro Capítulo 3


Relaciones entre perros adultos


Ciertamente no se puede afirmar que entre dos perros adultos pueda darse una cierta forma de diálogo tal como lo entendemos nosotros. Difícilmente el perro más fuerte aceptará rebajarse a pactar con el perro sometido.


Afortunadamente, en el comportamiento canino existen distintas estratagemas para manifestar su fuerza y evitar luchas demasiado cruentas. La disputa por un hueso es el clásico ejemplo de lucha entre dos perros que comprende diversos mecanismos de persuasión en donde cada contendiente utiliza las estratagemas más variadas para obtener y o mantener la posesión del hueso.


Si al comienzo del encuentro uno de los dos perros tiene ya el hueso, tiene parte de ventaja, como si jugase en casa. En realidad, en la mayoría de los casos la posesión constituye una parte importante de la ley canina, y un perro puede quedarse con el hueso incluso frente a perros de rango mayor.


Sólo un perro particularmente prepotente y desde luego de rango muy elevado podría atreverse a quitar el hueso que está en posesión de otro. Y lo puede hacer de manera muy sencilla acercándose directamente y dando a entender que lo quiere, o bien, si el otro no tiene intención de soltarlo, con una serie de amenazas como gruñidos o ladridos y pequeños ataques.


Si los dos perros se conocen, y por tanto cada uno sabe la categoría del otro, la situación se simplifica; el más débil puede dejarlo con total naturalidad simulando que no le importa nada, aunque el hueso fuera suyo. Este comportamiento que el humano calificaría de cobardes, es en realidad del todo natural. No es miedo propiamente dicho lo que empuja a un perro a renunciar a su hueso; simplemente es normal que se lo deje al perro más fuerte.


En cambio la presencia de un tercer perro, puede complicar mucho las cosas.


A veces, la sola presencia de un perro puede influir en el comportamiento de otro sin lugar a dudas. Un perro subordinado puede aparentar querer un hueso de otro perro de rango mayor, aunque nada más sea porque cerca hay otro perro de rango todavía mayor con el que tiene alguna relación de simpatía.


Puede también darse que la disputa por el hueso entre dos hembras esté ya resuelta, y una de ellas, la dominante, se haya apropiado de él en presencia de un tercer perro, un macho, y podría suceder que fuera este último quien se lo apropiara para compartirlo a solas con la hembra subordinada.





Situaciones de este tipo son numerosas y dependen de las preferencias, las amistades y los distintos caracteres de los perros implicados.


En el caso de encuentros entre perros que no se conocen o de perros del mismo rango, se pone en marcha una actitud de amenaza con gruñidos, refunfuños y ladridos. La tensión sube enormemente y parece que de un momento a otro pueda estallar la ira de los contendientes.


Pero de ordinario, un perro decide dejarlo tras haber captado la superioridad del adversario; doblará entonces la cabeza de lado y se alejará lentamente marcando el terreno con orina.


A veces se puede llegar a una lucha propiamente dicha que será tanto más cruenta cuanto los perros sean de parecidas fuerzas. Pero en general la lucha se decide en poco tiempo, y aunque haya mucho ruido los mordiscos y por tanto las heridas que se hagan serán de poca importancia.


Hay sin embargo, algunas razas de perros que han sido seleccionadas para luchar con tenacidad, aunque se encuentren debilitadas por las heridas de su enemigo.


Una vez resuelta la disputa, el comportamiento del vencedor cambia. Ya seguro de ser el dominador, puede hacer alardes ante el perdedor mostrando el hueso conquistado.


Algunos pueden continuar amenazando al vencido hasta que éste se aleja lo suficiente. A veces, aunque el vencido dé señales de sumisión, el vencedor puede continuar amenazando al adversario enseñando los dientes o ladrando.


Este comportamiento no sirve sólo para simbolizar la victoria y por tanto la humillación del vencido, sino también para advertir al adversario que debe mantenerse lejos en posibles futuros encuentros.




El caso descrito de lucha por un hueso representa sólo un ejemplo de interacción entre dos perros, pero las mismas luchas pueden observarse en cualquier disputa que puede surgir por cualquier motivo o juguete.


Aunque normalmente haya dos escalas jerárquicas distintas, la de los macho y la de las hembras, también el trato entre los machos y las hembras está regulado por relaciones de dominio.


La jerarquía de los machos es extremadamente estable, mientras que la de las hembras puede variar de semana a semana. En los casos en que los perros provienen de la misma camada, el rango de cada perro está ya establecido desde la infancia. Entre las hembras el tamaño de las perras no es en realidad importante para establecer la jerarquía, mientras que en los machos los perros más grandes y pesados tienden a dominar sobre otros.


En cuanto a las relaciones entre los machos y las hembras, son generalmente los primeros los que dominan, sea por su tamaño, por término medio más grande que las hembras, sea por su mayor agresividad. En cualquier caso es muy difícil que se dé el caso contrario.


Las diferencias en las relaciones de dominio que se advierten entre los machos y las hembras se explican fácilmente observando sus diferencias de comportamiento. Raramente las hembras llegan a luchar entre sí, estableciendo de ordinario su dominio mediante refunfuños, gruñidos y ladridos, o simulando amenazas.


Lo machos luchan entre sí con más facilidad, y naturalmente en estos casos su mayor tamaño es importante para determinar quién será el vencedor y las consecuencias de la pelea.


Del mismo modo, es difícil que un macho se deje intimidar por las simulaciones de amenaza de una hembra, ya que responderá sin más con un verdadero ataque y el resultado será que, ya por su mayor tamaño ya por su agresividad, saldrá vencedor el macho.


CAPÍTULO 4


Por: Erik Farina (Etólogo Canino)


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