Erik Farina año 2000 |
El perro es un animal carnívoro tal como indican sus cuatro dientes carniceros, diseñados para hincarse profundamente en la carne de las presas. Se cree que los carnívoros aparecieron hace entre 56 y 38 millones de años, como respuesta a ciertos cambios climáticos y medioambientales. Probablemente, el antepasado más antiguo del perro fue un creodonte (carnivoro de reducidas dimensiones) de aspecto similar al de un hurón denominado Miacis, que vivía sobre los árboles durante el Paleoceno (Pleógeno).
Hace entre 38 y 26 millones de años, el Miacis fue poco a poco reemplazado por varias especies de cánidos (animales de la familia del perro), entre los que se incluía el Hesperocyon. Éste, que vivía en lo que actualmente llamamos Norteamérica, poseía un oído interno muy similar al de los cánidos actuales, lo cual confirma su vínculo evolutivo. A partir de esta criatura evolucionó el Cynodictis, de aspecto más similar al del perro, una especie que se extendió por numerosas zonas del planeta.
Hacia el final del Mioceno, hace unos 12 millones de años, aparecieron 42 nuevas especies de cánidos, una de las cuales, el Tomarctus, tenía el morro largo, el cerebro muy grande y una complexión muy similar a la del perro moderno, así como una dentadura muy parecida. De este cánido proceden en última instancia todas las actuales razas caninas.
Evolución de la Especie
Se han propuesto diversas teorías para explicar el origen del perro, algunas de las cuales lo hacían descender directamente del lobo, mientras que otras aseguraban que su antepasado directo era el zorro o el chacal. Tanto el perro doméstico como el lobo y el chacal pertenecen a la familia de los cánidos.
El parentesco de estas tres especies, así como el hecho de que puedan procrear entre sí, hizo que se especulara con la posibilidad de que el perro fuese producto de un cruce de lobo y chacal. Los científicos modernos consideran, no obstante, que el antepasado directo del perro es el Canis Lupus Pallipes, una variedad de lobo gris que aún existe en la actualidad en la India y en el Oriente Medio.
El Perro y el Humano
La asociación entre perros y humanos es muy antigua. Ya en la pintura rupestre aparecen perros cazando junto con los humanos, y los huesos hallados en asentamientos muy primitivos revelan que el perro y el humano convivían 15.000 años como mínimo. Sin embargo, no parece probable que desde el primer momento humano y canes hayan sido amigos y camaradas. Por el contrario, las relaciones entre ambas especies debieron de ser al principio mucho menos idílicas de lo que podría imaginarse.
Aunque nadie duda de que el Lobo sea el antepasado directo del perro, una cosa es que los genes de éste hayan podido dar lugar a razas tan diversas como las de los perros actuales, y otra muy distinta a que el hombre haya sido capaz de domesticar de buenas a primeras a un lobo adulto, al fin y al cabo un predador salvaje que vivía integrado en la manada.
Y tampoco parece muy probable que el hombre robase cachorros de lobezno de su cubil, los trasladase a su casa y éstos se transformaran de manera automática en animales domésticos, ya que con el tiempo los lobeznos llegarían a ser lobos adultos y acabarían comportándose igualmente conforme a sus instintos naturales de predador.
Lo más probable es que se produjese una mutación genética en el lobo más o menos en la época en que el hombre estaba pasando de cazador nómada a sedentario, responsable del infantilismo de algunos lobos, que habrían visto detenida su evolución hacia el estado de predador adulto entre los cuatro y los seis meses de edad.
EL Origen de la Domesticación
Los desechos de comida que se acumulaban alrededor de los asentamientos humanos se convertirían en un magnífico recurso para los lobos menos desconfiados con el humano, los cuales encontrarían un alimento más seguro, cómodo y abundante que sus compañeros rebuscando simplemente entre los restos.
Estos lobos infantilizados, a su vez, debieron de constituir una fuente suplementaria de proteínas para el humano a medida que éste iba abandonando sus hábitos de caza para convertirse poco a poco en agricultor.
Por esta razón toleraría que los lobos más mansos merodeasen en busca de carroña y conocería perfectamente qué ejemplares producían las crías más robustas. Con el tiempo, estos lobos estancados en la adolescencia acabarían viviendo en los propios poblados. Y éste habría sido el primer paso de la domesticación.
Cuando los humanos empezaron a cultivar vegetales, a regresar al punto de origen tras las partidas de caza y a capturar ganado vivo, descubrirían en algunos de estos lobos unas cualidades muy útiles. Algunos, los más infantiles y juguetones, habrían perdido por completo sus instintos de caza y posesión, y resultarían particularmente aptos para guardar los rebaños. Otros destacarían por ser especialmente posesivos, y el hombre fomentaría este rasgo de su carácter si necesitaba ayuda para cobrar piezas cazadas.
El humano habría entonces conservado y criado aquellos ejemplares que le resultaban útiles, y habría matado, devorado o ahuyentado a todos los demás. Al principio, el humano habría criado perros para que lo ayudase en la caza o le protegieran a él y a sus bienes, como muestran las razas caninas más antiguas (Molosos, Lebreles, Bracos y Perros Pastor). Por aquel entonces, y durante muchos milenios, al ser humano le importaba bien poco el aspecto externo del perro, ya que únicamente le interesaba su utilidad como animal de trabajo.
La evolución de la humanidad traería consigo la progresiva popularización del perro, y su dispersión por diferentes partes del mundo, probablemente a través de las rutas comerciales. Los perros serían valorados como animales de trabajo en todas partes, pero probablemente el aspecto de un perro de pastor en cierta parte del mundo diferiría mucho del otro perro de pastor utilizando en un punto distinto del planeta.
El tipo de trabajo realizado por el perro, en cambio, sí se reflejaría en el aspecto del perro. Los perros fornidos y corpulentos como el Mastín resultarían especialmente adecuados para cazar en el bosque, mientras los más ágiles y ligeros, como los Collies y Lebreles, resultarían muy útiles para perseguir, acorralar o levantar la caza en terreno abierto.
El aspecto del perro fue evolucionando a medida que se modificaban sus hábitos de conducta. El humano no comenzó a criar perros únicamente por su aspecto externo hasta el siglo XX.
Por:
Erik Farina (Etólogo Canino)
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