domingo, 1 de enero de 2012

La importancia del juego en el perro

Que el perro pueda estar jugando durante horas seguidas tiene un efecto muy evidente, la ejecución de ejercicio, por lo que ya tenemos la primera de las ventajas de esta actividad. 

No obstante, precisamente por este motivo, el juego debe adecuarse a su edad y características. Por ello, un cachorro debe jugar pero sin excesos físicos que puedan superar su capacidad, especialmente para evitar lesiones. 

En cuanto al ejercicio, también debe supervisarse en los perros que tengan alguna patología que lo contraindique, por ejemplo, displasia de cadera, ya que es frecuente que a pesar de tener alguna molestia, un perro pueda estar haciendo ejercicio pero luego resentirse. 

Dado que ellos no tienen capacidad para adelantarse a los acontecimientos, su control depende de nosotros. Especialmente cuando son cachorros, el juego supone el desarrollo de sus aptitudes, tanto cuando juega con sus hermanos de camada como con otros cachorros en el parque. Por ello, en la medida de lo posible, hay que dejarle jugar con otros perros, ya que supone un buen método para su socialización. 

Por otra parte, el juego con el dueño también tiene su importancia, en primer lugar porque se establecen vínculos entre ambos, que una vez afianzados pueden suponer la base para enseñarle muchas normas. Así, cuando él nos pide que juguemos, es conveniente no consentir inmediatamente, sino darle una pequeña orden y sólo jugar con él cuando la haya cumplido. 

 Con esta actitud aprende que es el propietario quien manda y a considerar el juego como un premio a su comportamiento. Asimismo, cuando un perro y un niño están jugando entre sí, deben contar con la supervisión de un adulto, tanto para controlar al perro en caso necesario como para dirigir al niño en cuanto al trato adecuado con el perro. 

 Como acabamos de ver, es muy importante que juegue con las personas y otros perros, pero en su defecto también lo es que lo haga con los objetos adecuados. Para este cometido, se comercializan de todos los tipos, con infinidad de características. 

Sin embargo, siempre debemos elegir uno que no pueda tragar fácilmente o que sea difícil de romper en pedazos y que trague alguno. 

 Tampoco debemos permitir que juegue con nuestras manos, ya que así evitamos que nos haga daño, aunque sea involuntariamente, y jamás utilizaremos piedras para que nos las traiga, ya que resultan muy destructivas para la dentadura, por no hablar del peligro de ingestión accidental. Lo mismo pasa con los objetos personales, ya que si le dejas jugar con ellos, especialmente cuando es cachorro, lo que conseguirás es fomentar una costumbre muy difícil de redirigir. 

Evolución del perro de compañía


Desde que en el Neolítico el hombre comenzó la domesticación de ciertas especies de animales hasta nuestros días, la evolución del perro como especie ha ido experimentando muchas adaptaciones de muy diversos tipos.
Se cree que el acercamiento entre el hombre y aquellos cánidos fue algo espontáneo, producto del beneficio mutuo, dado que los animales que permanecían cerca de los asentamientos humanos para conseguir restos de comida contribuían a mantenerlos alerta ante posibles enemigos.

Con el tiempo, este vínculo se hizo cada vez más cercano, de modo que finalmente aquellos perros formaron parte de las tribus o clanes humanos. Esta unión supuso un devenir conjunto que hizo que ambas especies alcanzaran todos los confines de la Tierra.
Como ya sabemos, desde su domesticación hasta la actualidad, el perro ha sido seleccionado principalmente por su funcionalidad, es decir, por ejecutar un trabajo. Sólo con el tiempo fueron apareciendo las razas tal como las conocemos hoy día, muchas de ellas con una función muy especial, proporcionar compañía a su propietario.

Realmente este concepto surgió en los siglos pasados pero restringido a las clases sociales privilegiadas y muy especialmente por parte de las mujeres, quienes ya entonces preferían ejemplares pequeños.

Sólo con el establecimiento de la “sociedad del bienestar” este concepto fue extendido a las demás clases sociales.

Obviamente, cualquier raza puede ejercer en exclusiva esta función, sin embargo, dado nuestro estilo de vida actual, en el que destacan el poco tiempo diario disponible y el reducido espacio en el hogar, los perros elegidos para este fin son, en su mayoría, de pequeño tamaño, con un peso inferior a los 10 kilos.

Asimismo, en los últimos años, dentro de este grupo la predilección se ha centrado en aquellos que resultan extremadamente pequeños, los que muchos llaman miniatura dado que no sobrepasan los 4 kilos de peso cuando son adultos. Royal Canin-Guau