miércoles, 23 de noviembre de 2011

Terapia asistida con animales


El trato con los animales puede suponer grandes beneficios emocionales para el ser humano, algo que los propietarios de perros tenemos muy claro. Sin embargo, muchas otras especies de animales pueden ser utilizadas en el tratamiento de ciertos trastornos psicológicos, lo que recibe el nombre de terapia asistida con animales.
Ya Hipócrates (460-370 a.C.) dejó constancia de estos beneficios, si bien en los siglos siguientes los animales fueron más una herramienta de trabajo que un tratamiento propiamente dicho. No es hasta principios del siglo XX cuando se vuelve a dar importancia a esta cualidad al ser incorporados en los centros de recuperación de los soldados heridos y antiguos psiquiátricos.
Por su parte, el doctor Boris Levinson, en la década de 1970, comprobó que la presencia de su perro Jingles en su consulta psiquiátrica ayudaba a la mejora y mantenimiento de la salud de sus pacientes, de modo que planteó las bases de lo que hoy se conoce como terapia asistida con animales. No obstante, su llegada a España no se produjo hasta la década de 1990, aunque desde entonces ha ido calando con éxito en nuestra sociedad.
Es muy importante distinguir una terapia asistida con animales de una mera actividad asistida por animales. A este respecto, la terapia debe estar supervisada por un profesional de la salud humana y la actividad la ejecutan técnicos en el manejo de la especie que sea utilizada. Por lo demás, pueden tener los mismos beneficios unas que otras.
La terapia, en lo que a salud mental respecta, ha resultado muy eficaz en el tratamiento de multitud de trastornos del comportamiento, tales como la depresión, dado que permite aumentar las interacciones verbales entre los miembros de un grupo, reforzar la autoestima, potenciar la capacidad de concentración y atención, reducir la sensación de soledad y disminuir los niveles de ansiedad.
También permite mejorar aspectos físicos, como las habilidades motoras y el equilibrio, así como a incrementar la movilidad, muy valorado en centros de rehabilitación y residencias de ancianos.
En cuanto a su efectividad en el ámbito educativo, permite ampliar el vocabulario y ayuda a mejorar la memoria, además de la comprensión de diversos conceptos, por ejemplo, el tamaño, el color, la distancia, etc. A este respecto, se ponen de manifiesto sus beneficios como apoyo en niños autistas. Asimismo, mejora aspectos motivacionales, como el deseo de participar en actividades grupales, el de hacer ejercicio y las interacciones con los demás.
Sin embargo, no todos los animales son adecuados para este fin, sino que deben tener un carácter equilibrado, ser muy sociables con los humanos y tener un alto rango de tolerancia al contacto físico. Aun así, las especies son muy variadas, ya que, además de los perros, pueden ser utilizados los gatos, los caballos, los peces, incluso los delfines.
Por último, queremos destacar que sin ser una terapia propiamente dicha, la tenencia de un perro supone grandes beneficios psicológicos a niños, adolescentes, adultos y ancianos, especialmente por la inmensa sensación de compañía que suponen.