El hombre viajaba a Madrid desde el aeropuerto de Ezeiza, y en el mostrador de Iberia despachó una gran maleta. En el patio de valijas de la Terminal A, pasó por el equipo de rayos X, cuyos empleados observaron “sustancia orgánica” que se movía. La sorpresa fue mayúscula cuando se encontraron con 247 reptiles y moluscos, vivitos y coleando. Ahora, el juez en lo penal económico Marcelo Aguinsky acaba de procesarlo por tentativa de contrabando agravado.
Ocurrió el 7 de diciembre pasado. El imputado es el ciudadano checo Karel Abelovsky, de 51 años. Previa escala en Madrid, pretendía regresar a su país con una verdadera caja de Pandora: 15 de las víboras eran de nueve especies venenosas, incluidas dos yararás. De haber llegado a destino y mordido a alguien, habría muerto, por no haber en la República Checa el suero antiofídico específico, de reptiles que viven en América.
La valija fue abierta por personal de la Unidad Operacional de Seguridad Preventiva Ezeiza de la Policía de Seguridad Aeroportuaria. En contenedores de plástico trasparente se hacinaban culebras, sapos y caracoles. Envueltos en pañuelos y dentro de medias se agitaban lagartos, tortugas y más víboras. Dos animales ya habían muerto. Sin oxígeno y en la bodega del avión, no presurizada, probablemente habría perdido la vida la mayoría de los restantes.
Trabajo extra tuvo la Dirección Nacional de Fauna Silvestre de la Secretaría de Ambiente, para identificar a cada espécimen del insólito reptilario. Más trabajo aún demandó el ponerles un valor económico –requisito pedido por el juez para fijar el embargo–, ya que, por tratarse de animales silvestres, muchas especies no tienen precio en el mercado.
Algunos de los animales son extremadamente raros y se hallan protegidos por la CITES, la convención internacional sobre tráfico de especies en peligro de extinción. Al pequeño lagarto de cobre, por ejemplo, sólo se lo encuentra en la Pampa de Achala, en Córdoba; en la maleta había 28 ejemplares.
Quizás algunos reptiles o anfibios podrían haber sido exportados, por no haber restricciones para esas especies. Pero para eso es necesario gestionar la autorización ante Fauna Silvestre, y el permiso correspondiente ante el SENASA, ya que los animales podrían estar enfermos y traer consecuencias para la salud humana.