Erik Farina |
De la misma manera que existen varias escuelas de psicofisiología, también existen varios tipos de aprendizaje. El término condicionamiento se ha utilizado a propósito de las dos formas más simples de aprendizaje, pero cada vez se emplea menos por la connotación peyorativa que tiene. Para una mayor claridad de exposición, trataremos cada una de esas dos formas de aprendizaje y sus aplicaciones en el perro.
El Condicionamiento Pavloviano
Históricamente, la noción de aprendizaje o de condicionamiento va asociada al nombre de Pavlov, por lo que se suele hablar de acondicionamiento Pavloviano. El perro está directamente implicado en esta primera fase de la exploración del aprendizaje puesto que Pavlov realizó con perros sus célebres experimentos.
A pesar de que su principio es extremadamente sencillo y conocido por todos vamos a recordarlo brevemente. Cuando se le presenta un plato de comida, el perro saliva. Al principio, Pavlov le hacía oír al perro el sonido de una campa antes de darle la comida. Después. Una vez que hubo repetido sistemáticamente esta asociación, sometió el perro al ruido de la campana pero suprimió la comida, a pesar de lo cual, el perro volvió a salivar. Pavlov dedujo que el plato de comida constituía el estímulo obligatorio y la campana el estímulo condicionante.
A partir de ese resultado, Pavlov elaboró una teoría del aprendizaje que explicaba por este tipo de condicionamiento todos los comportamientos observables en el hombre y en los animales. El gobierno soviético hizo suya esta teoría que dejaba al entorno (generador de estímulos condicionados) la facultad de moldear por completo la personalidad humana, y decidió utilizar el condicionamiento Pavloviano en la educación y reeducación de la población y en la formación de los perros militares.
Erik Farina |
No hay que ser especialista en el estudio del comportamiento para entender las objeciones que planteaba tal teoría (con independencia de cualquier discurso político o ideológico). El psicólogo estadounidense Skinner trabajó en otra dirección. En lugar de reforzar una respuesta orgánica tan simple como la salivación refleja, intentó moldear en los animales de laboratorio (el bestiario Skinneriano se limitaba a la rata y a la paloma) comportamientos motores voluntarios.
Skinner puso ratas en ayunas en jaulas, desprovistas de cualquier características estimulante, en las que la comida sólo se podía conseguir por medio de una pequeña palanca situada al alcance de los animales. Cuando las ratas exploraron la jaula, no dejaron de tocar la palanca liberando así la comida que podían llevarse a la boca. A partir de entonces, los roedores se pusieron a buscar de nuevo la comida y para ello exploraron alrededor de la palanca; poco a poco, comprendieron que tenían que levantar la palanca para que apareciera la comida; y a partir de entonces supieron que el gesto de “levantar la palanca” era operante (es decir, eficaz). Ésta es la razón de que el aprendizaje Skinneriano se llame también aprendizaje operante.
Estos experimentos permitieron definir las reglas que rigen el castigo y la recompensa. Siguiendo el mismo método de Pavlov, Skinner intentó reducir el conjunto de las ciencias del comportamiento al estudio de las ciencias del comportamiento al estudio del condicionamiento operante y creó la Escuela Behaviorista (que significa del comportamiento) cuya importancia social y política fue enorme en Europa occidental y en los Estados Unidos. Las técnicas de reeducación del hombre y de los animales basadas en dicha teoría se denominan terapias comportamentales.
Así, el cazador que refuerza con la voz el ardor de su perro cuando éste empieza a seguir una vía y lo recompensa cada vez más a medida que su comportamiento se acerca a lo que se pretende de él, y que se calla cuando el perro comete un error, está poniendo en práctica, aunque no lo sepa, el shaping (modelaje), una aplicación directa de los trabajos de la escuela Skinneriana.
Erik Farina 1994 |
Sin embargo, la etología (ciencia del comportamiento animal) ha demostrado que los comportamientos observados en situaciones naturales (y no en un medio cuidadosamente simplificado como el de las jaulas de Skinner) no podían explicarse únicamente por el aprendizaje Skinneriano.
Razonando en términos de duración, se llega a la conclusión de que la esperanza de vida de un perro debería prolongarse de quince a veinte años para que el animal que procediera por ensayos y errores (caso la rata y la palanca) pudiera aprender todo lo que necesita.
Lo cual también debería ser evidente para los hombres que trabajan con perros puesto que utilizan el aprendizaje por imitación desde hace mucho tiempo. En efecto, ¿qué cazador no se ha llevado un día un cachorro para que aprenda directamente de sus congéneres más experimentados lo que tienen que hacer en el trabajo de busca?
El aprendizaje por imitación exije la presencia de un “monitor” que efectúe los gestos que deben aprenderse delante del alumno que lo observa. Al cabo de un período de tiempo más o menos largo según los ejemplares, el alumno reproducirá directamente la secuencia de comportamiento. Este método implica la existencia de procesos mentales suficientes para que el animal pueda representarse las etapas motrices del comportamiento por adquirir; por consiguiente, sólo puede aplicarse a especies que tengan un potencial psíquico importante y hayan tenido un desarrollo psicomotor correcto. Según parece, el perro aprende de este modo gran parte de sus comportamientos de adulto así como otras muchas cosas de las que su dueño quizá tenga que arrepentirse algún día.
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