Al igual que el ser humano, el perro experimenta cambios propios del paso de los años. Por ello, su tipo de vida se debe adaptar a estas nuevas necesidades, incluida la alimentación.
Por su parte, los signos del paso del tiempo no son evidentes al principio y varían según el tamaño del perro, incluso de la raza. A este respecto, cuanto más pequeño es el perro, más tardan en ser evidentes los cambios debidos a la edad.
Por su parte, los signos del paso del tiempo no son evidentes al principio y varían según el tamaño del perro, incluso de la raza. A este respecto, cuanto más pequeño es el perro, más tardan en ser evidentes los cambios debidos a la edad.
Asimismo, se ha determinado que la madurez tiene dos etapas. La primera es aquella en la que los signos se producen pero suelen pasar inadvertidos para el dueño o éste apenas les da importancia; por ejemplo, el descenso de la actividad del perro, un ligero aumento de peso y la aparición de sensibilidad dental.
Esta primera fase empieza hacia los 8 años en los perros de menos de 10 kilos de peso cuando son adultos; hacia los 7 años de edad en los perros de tamaño mediano, los que pesan entre 10 y 25 kilos, y a los 5 años en los perros grandes, los que superan los 25 kilos de peso.
La segunda fase se caracteriza porque los signos de la edad ya son evidentes, por ejemplo el pelaje pierde brillo y aparecen muchos pelos blancos, evita el movimiento siempre que puede, su resistencia a la actividad es menor y aumenta el riesgo de padecer enfermedades.
Esta primera fase empieza hacia los 8 años en los perros de menos de 10 kilos de peso cuando son adultos; hacia los 7 años de edad en los perros de tamaño mediano, los que pesan entre 10 y 25 kilos, y a los 5 años en los perros grandes, los que superan los 25 kilos de peso.
La segunda fase se caracteriza porque los signos de la edad ya son evidentes, por ejemplo el pelaje pierde brillo y aparecen muchos pelos blancos, evita el movimiento siempre que puede, su resistencia a la actividad es menor y aumenta el riesgo de padecer enfermedades.
Por todo esto, es fundamental adaptar la alimentación a las necesidades propias de estas etapas. Con un alimento adecuado a la primera fase de envejecimiento se ayuda al mantenimiento de la vitalidad, a un mejor control de la salud dental y de la tolerancia digestiva, así como a un cuidado más específico de la salud y belleza de la piel y el pelo.
En cuanto a los alimentos desarrollados para atender las necesidades de los perros en la segunda fase de envejecimiento, permiten un cuidado más exhaustivo de la salud articular, del tránsito digestivo y, por supuesto, de la belleza del pelo a través de la salud de la piel.