Erik Farina |
Se puede considerar que le gestión del espacio del grupo en cuyo seno vive el perro tiene mucho que ver la génesis de las sociopatías, es decir, de los trastornos de la organización social así como en la de ciertas agresividades secundarias y depresiones de involución.
Las Sociopatías
En el caso de las sociopatías el mecanismo es bastante sencillo. Cuando el cachorro cumple cinco o seis meses, se produce la ruptura de los lazos afectivos y sociales que lo ligaban con su medre; esa ruptura, que también se llama “abandono”, va acompañada de la prohibición de frecuentar el centro del territorio (donde hasta entonces vivía con su madre) que a partir de entonces queda reservado exclusivamente a los dominantes.
El cachorro que se introduce en el seno de una familia humana no sufre ese abandono ni esa marginación debido a la fuerte afectiva que se establece entre el perro y su dueño. En este caso, el joven macho (estos problemas afectan más a los machos que a las hembras), cuya situación jerárquica no está suficientemente definida, se convierte en un rival potencial del macho dominante, en este caso su amo.
Los primeros enfrentamientos que se produzcan tendrán lugar en el campo de aislamiento de los dueños (el dormitorio) por lo que hay que procurar que el perro no se instale con su amo en esa habitación. En la medida en que dicha situación se puede evitar con relativa facilidad, las sociopatías se corrigen sin mayores problemas. No ocurre lo mismo con otras patologías del comportamiento ligadas a desequilibrios territoriales.
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Conviene
recordar aquí que el territorio está normalmente organizado en
campos, cada uno de los cuales tiene una función precisa. El campo
de aislamiento, por ejemplo, es extremadamente importante para el
equilibrio emocional del perro. En efecto, dicho campo es el lugar al
que se retira el animal en caso de peligro o de conflictos que no ha
podido resolver a su favor.
El
emplazamiento lo elige el perro en función del grado de seguridad
que le proporcione. Es evidente que el rango social y el equilibrio
emocional del perro influyen en esa elección. Los dominados y los
ansiosos intentan sustraerse por completo a la vista de los demás
miembros del grupo familiar mientras que los dominantes y los sujetos
estables se muestran mucho menos difíciles en ese aspecto.
Sin
embargo, ocurre muy a menudo que sea el dueño quien decida el campo
de aislamiento ( o lugar de descanso) del perro, y que lo haga en
función de contingencias meramente humanas. A veces, esta manera de
actuar puede plantear problemas y si el dueño no tiene en cuenta
ciertas necesidades del perro, puede ocurrir que éste se vaya a
dormir a un lugar diferente del que se le había reservado.
Así,
pues, hay que respetar algunas reglas. Después de haber descartado
todos los lugares que puedan tener valor jerárquico (dormitorios,
pasillos, sofás, sillones, etc..), se ha de tener en cuenta que al
perro le tranquiliza tener un techo justo por encima de la cabeza.
Tal es la razón de que a estos perros les guste tanto dormir debajo
de una mesa, en una caseta, en un cesto (en el caso de las razas
pequeñas).
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Pero de
nada servirá encontrar un buen campo de aislamiento si sus
condiciones de acceso son un impedimento para la tranquilidad del
perro, pues cuando éste se retira su rincón después de haber
sufrido una agresión o cuando se encuentra enfermo, sufre o tiene
necesidad de dormir (una fuerte tensión emocional precede al momento
de dormirse), necesita encontrar la calma.
Por
otra parte, para el perro que sufre o ha sido vencido, el campo de
aislamiento se confunde con el de agresión, y el intruso, cualquiera
que sea, será severamente amonestado por el ocupante del lugar. Por
consiguiente, todos los propietarios deben saber que nunca se debe
perseguir a un perro que se retira a su cesto o a su rincón
preferido después de haber sufrido una reprimenda.
Infringir
esta regla significa exponerse a ser mordido, lo cual debe
considerarse como la expresión del profundo malestar que sufre el
perro agredido de esta manera.
Por
otra parte, un perro enfermo que se refugia en su cama no se debe
cuidar de una manera demasiado seca y sin preámbulos. Hay que
acercarse con una voz suave y tranquilizadora, inclinarse hasta
ponerse a su altura sin intentar ,mirarlo a los ojos. Si empieza a
tener convulsiones y a temblar girando la cabeza,sepa usted que
intenta decirle que está enfermo y quiere impedir que se le acerque.
Deténgase,
pues su insistencia podría provocar una relación de agresividad
debida al miedo. Después de haber interrumpido su anterior actitud,
intente tranquilizarlo adoptando posturas de invitación al juego
(para ello, dése pequeños golpes en las rodillas inclinando varias
veces la parte superior del cuerpo hacia adelante); y no pase de ahí
hasta que el perro adopte posturas que indiquen que se tranquilizan.
Copyright © Psicolmascot. Por: Erik Farina (Etólogo Canino)
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