Erik Farina |
Considerar que un perro marca o defiende su territorio es aplicar a cada representante de la especie canina un concepto que concierne esencialmente a los mamíferos solidarios, la mayoría de los cuales acotan una parte del espacio que ocupan depositando diversas secreciones en sus lugares de paso. El perro, que es un animal social, no posee un territorio propio; éste pertenece a la jauría.
En realidad, los perros, igual que muchos otros mamíferos sociales, ocupan un espacio en el que ejercen diferentes actividades y que es defendido por el conjunto de los miembros del grupo. En el interior de esa zona, se distribuyen en función de su rango social y de la actividad a que se dedican. Así, en el territorio de la jauría cada perro posee campos territoriales en relación con situaciones emocionales y comportamentales precisas. Se distinguen tres tipos de campos territoriales:
-Campos de actividad, que son zonas en las que el animal ejerce una actividad dada (caza, juego, etc..).
-Campos de aislamiento, a los que el perro se retira cuando quiere romper el contacto con sus congéneres.
-Campos de agresión, que son porciones de espacio en los que la intrusión de una reacción de agresión.
El rango social de cada individuo determina la parte del territorio de la jauría donde tendrá tal o cual comportamiento, y por consiguiente, delimita sus diferentes campos territoriales.
Así se explica que el campo de aislamiento, el campo de agresión y una gran parte del campo de actividad de los dominantes se encuentren en el centro del territorio de la jauría.
El resto de la población se reparte en capas concéntricas alrededor del campo de aislamiento de los dominantes, y en la periferia del territorio se encuentra una zona de límites imprecisos poblada por los machos jóvenes expulsados del centro por sus padres cuando aquellos alcanzaron la edad de la pubertad.
Todos los miembros del grupo consideran extremadamente importante el hecho de ser tolerado en el campo de aislamiento de los dominantes porque ello les supone la atribución de prerrogativas sociales de dominante y, en cierto modo, una promoción social, por ejemplo, cuando las jóvenes hembras estén en celo intentarán que el macho, o los machos dominantes, las admitan en el círculo.
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Cuando el perro vive en compañía del humano, está claro que no puede existir una tal distribución concéntrica, pero su principio sigue estando presente. Cuando llega a la familia que los acoge, el cachorro considera a sus dueños como sustitutos de sus padres,y, por tanto, como dominantes.
El Joven perro busca en particular la habitación a la que aquellos se retiran (el dormitorio por lo general) así como los lugares donde se dedican a actividades de grupo.
El hecho de que los dueños lo acepten en su dormitorio representa para el perro de compañía, hasta después de la pubertad, que se le hacen signos de reconocimiento por parte de aquellos a quienes considera dominantes, y por consiguiente, intentará cuestionar el lugar que ocupan. Al adoptar tales actitudes, el perro puede volverse agresivo con el dueño del mismo sexo que él.
Algunas habitaciones son relativamente poco frecuentadas por los habitantes de la casa; ésas son las piezas que conviene conceder al perro con objeto de mantenerlo en su rango de dominado.
Sin embargo, esta marginación no debe ser demasiado marcada; el colocar al perro en un nivel jerárquico demasiado bajo parece ser la causa de muchas fugas a lo largo de las cuales el perro intentará integrarse en otros grupos como lo haría en el interior de una jauría.
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