Los perros responden de manera única a las señales físicas y verbales que les den los humanos y con esa manipulación se les puede indicar que actúen de manera contraría a sus preferencias naturales, según un estudio divulgado hoy por Public Library of Sciences.
La psicóloga Sarah Marshal Pescini ha encabezado un equipo con investigadoras del Departamento de Ciencias y Tecnologías Biomédicas de la Universidad de Milán, y del Departamento de Biología Funcional y Evolucionaria de la Universidad de Parma, en el estudio de las opciones que siguen los perros.
Los resultados del estudio se suman a un número pequeño, pero creciente, de investigaciones según las cuales el aprendizaje social no es siempre, necesariamente, la mejor estrategia y los perros saldrían ganando si confiaran más en la información que le dan sus propios sentidos.
Al igual que los niños, señala el artículo, los perros (Canis lupus familiaris) responden de manera muy sensible a las "señales ostensibles" de los humanos, que pueden incluir gestos, la indicación de lugares con la mano, la dirección de la mirada, uso de tonos de voz específicos y palabras seleccionadas.
"Al igual que en los niños también existe entre los perros cierto indicio de varios tipos de errores de evaluación causados por una mayor confianza en lo aprendido socialmente que en lo que indica la información individual disponible", agregaron las investigadoras.
Otros estudios ya han comprobado, por ejemplo, que se puede inducir a los perros a que cometan errores de evaluación en una tarea de discriminación de cantidades de manera que pierdan su preferencia por un cuenco con más comida, si un ser humano muestra preferencia por el cuenco que tiene menos comida.
Las investigadoras italianas se propusieron determinar en qué medida el perro responde a sus propias preferencias naturales o sigue las instrucciones humanas que las contrarían.
Para ello reclutaron a 149 "dúos" de perro y su dueño o dueña. La porción canina del contingente consistió de 60 machos y 89 hembras, con edades de uno a 10 años. Cuarenta y siete de los perros eran mestizos y el resto pura sangres.
"Todos eran perros de compañía que vivían con humanos en sus hogares y no tenían entrenamiento o tenían un entrenamiento muy básico", explica el artículo.
En el salón de pruebas, donde cada perro entró acompañado sólo por su dueño, había una cámara de vídeo y dos cuencos con porciones de comida. Una de las investigadoras observó cada experimento individualmente.
A los perros se les presentaron tres condiciones diferentes en un total de 18 ocasiones (seis veces para cada condición). Y para asegurarse de la motivación de los participantes caninos, no se les alimentó por al menos cuatro horas antes de las pruebas.
En la primera situación había dos porciones igualmente pequeñas en ambos cuencos y el dueño o dueña mostraba interés por uno u otro.
En la segunda había una porción mayor que la otra en uno de los cuencos, y el dueño no mostró interés por uno u otro, dejando que el can eligiera lo que es su preferencia natural.
Y en la tercera situación, con porciones de diferente tamaño en cada cuenco, la dueña mostró, con señales físicas e instrucciones verbales, su interés por la porción más pequeña.