La historia nos indicaba décadas atrás como ciertas familias de animales se adelantaban a los acontecimientos. En 1975, en la zona de Haicheng en China, se pudo observar como muchas serpientes salían de las madrigueras un mes antes de que la ciudad fuera golpeada con un terremoto de gran magnitud. Como este caso, se han reproducido varios en la historia. La mayoría en zoológicos, lugar donde al hombre le ha resultado sencillo observar la conducta de los animales ante un terremoto. De hecho en la provincia de Cantón se utilizan a los animales como sensores de terremotos, un “arma” perfecta contra el movimiento ya que los animales sufren un gran estrés antes de que la Tierra comience a temblar.
En todos los casos no había respuesta científica. Quedaba claro que los animales tenían o poseían una percepción rara por la que predecían antes que el hombre. ¿Un sexto sentido?
La respuesta final parece derivarse del propia estrés de la Tierra ante los movimientos, una reacción en cadena que acaba llegando a familias de animales antes que al hombre. Ciertos animales pueden detectar los cambios químicos que se producen en las aguas subterráneas cuando un terremoto está a punto de acontecer.
La investigación comenzó una vez que los científicos observaron como una colonia de sapos abandonaba su estanque en L´Aquila (Italia) en el año 2009, días antes de que se produjera el terremoto. Los científicos comenzaron entonces a estudiar los efectos químicos que se habían producido alrededor como respuesta al movimiento de los sapos.
Los investigadores encontraron que la corteza de la Tierra había liberado una reacción en las aguas subterráneas. Los animales que viven cerca de estas aguas son muy sensibles a cualquier tipo de cambio en su composición química.
La diferencia con cualquier caso de catástrofe natural frente a un terremoto es que los movimientos de la Tierra son acontecimientos variables, muchas veces imposibles de predecir con exactitud. El caso de los sapos abrió una investigación diferente a las anteriores.
La bióloga Rachel Grant publicó su tesis a partir de este estudio. Posteriormente la NASA contactó con ella. La agencia espacial había estado estudiado los cambios químicos que se producen cuando las rocas se encuentran bajo un estrés extremo. La NASA se preguntaba si estos cambios estaban relacionados con el éxodo masivo explicado en la tesis de la doctora.
El trabajo de investigación que llevaron en conjunto reveló que estos cambios estaban conectados y que la corteza de la Tierra podría afectar directamente a la química de la laguna donde vivían los sapos. Las rocas que se encontraban con estos grandes niveles de estrés liberaban partículas cargadas que salían y se expandían, llegando a la superficie de la Tierra y reaccionando con el aire, convirtiéndose finalmente en iones. La reacción terminaría en el agua transformándose en peróxido de hidrógeno.
La cadena de acontecimientos afecta a la materia orgánica disuelta en el agua del estanque convirtiendo la materia orgánica inocua en sustancias tóxicas para los animales acuáticos. Para Grant, este asombroso hallazgo:
Es el primer mecanismo convincente posible de que existe una señal “pre-terremoto” en los animales acuáticos, semi-acuáticos y de madrigueras que podrían ser capaces de sentir y responder a ellos. Cuando piensas en la gran cantidad de cosas que están sucediendo en estas rocas, sería extraño si los animales no estuvieran afectados de alguna manera
Finalmente, la respuesta que da la NASA a través del geofísico Friedemann Freund, sitúa el hallazgo como un futuro sistema de detección:
Una vez que entendamos cómo todas estas señales están conectadas, si vemos que cuatro de las cinco señales apuntan en la misma dirección, podremos decir en el futuro, ok, algo va a suceder.