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Erik Farina Club Psicolmascot |
Comportamiento Social del Perro
Capítulo 7
Relaciones del Perro con el Humano
La tradición literaria de las
distintas culturas ha consolidado a través del tiempo una concepción
diferente pero demasiado romántica y esencialmente falsa de la
relación entre el humano y el perro, definiendo a este último como
el amigo más fiel al humano.
Si esto nos agrada podemos continuar
afirmando que se trata de fidelidad y de amistad, pero en realidad la
relación perro-humano se basa en el espíritu de grupo, dominio y
subordinación.
El perro que entra a formar parte de
una familia de humanos, transfiere a los seres humanos las relaciones
sociales que normalmente desarrolla con sus semejantes.
El humano debería hacer lo mismo
adaptándose a tratar al perro como si fuese un perro, y no como a
una persona como por desgracia ocurre muchas veces, lo que va en
detrimento de la armonía de la relación entre ambos.
El perro no es capaz de comprender unos
comportamientos distintos del suyo, por lo que todas nuestras
acciones las interpreta en clave canina, originándose así equívocos
y malentendidos con nuestro fiel amigo.
La mayor parte de los problemas de los
propietarios con sus perros tienen que ver con la agresividad y la
desobediencia.
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Es sabido que hay algunas razas de
perros con más carácter y por tanto más difíciles de controlar, y
otras con tendencia a cultivar un espíritu muy independiente.
Este tipo de razas necesitan atenciones
especiales. Necesitan un propietario que entienda y comprenda esta
raza, y que esté acostumbrado a manejar estos perros, capaz de
imponer su voluntad, y el mejor modo para salir adelante es tratar a
los perros precisamente según el esquema dominador subordinado, no
haciendo ninguna concesión que un jefe de manada no haría a sus
inferiores.
Pero a la vez el amo debería tratar de
no aterrorizar al perro, nunca meterle miedo y castigarlo, tratando
de alterar la severidad con la capacidad de mostrar afecto, pues de
lo contrario podría convertirse en un perro miedoso y excesivamente
sumiso, nunca podrías saber si te obedece por afecto o por miedo.
En estos casos se desarrolla entre
perro y humano una relación social totalmente errada, no basada en
el esquema dominador sometido, lo que supone impedir crecer al perro
y que llegue a su fase adulta correctamente y equilibrado.
El mismo efecto se obtiene cuando
alguien se comporta de modo demasiado oprimente con su perro,
tratándolo con demasiada dureza, limitando su libertad y
manteniéndolo en una situación psicológica de eterno cachorro.
Cada vez que un perro trata de dominar
a su amo, o muestra agresividad, o no se comporta como alguien de
rango inferior, el amo deberá llamarlo inmediatamente al orden y a
la disciplina.
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Si en cambio el amo no muestra la
autoridad suficiente para aparecer como un jefe de la manada, el
perro tratará de tomar el papel de dominador que ha quedado vacante.
Esto ocurre con más frecuencia de lo
que se piensa, sobre todo con grandes perros que tienen amos
demasiado tímidos. La imagen frecuente de una persona llevando al
perro tirando de la correa y luchando con él porque el perro tira
demasiado, es un ejemplo de un perro que manda sobre el amo humano,
obligado a seguirlo casi a trompicones hasta que encuentra una farola
a la que agarrarse para detener la carrera sin control ninguno.
Cuando un perro quiere imponer su ley,
no obedece y se muestra hostil, es difícil vivir con él. En algunos
casos el perro puede mandar sobre toda la familia, en otros sobre
alguno de sus miembros.
Si no se quiere correr el riesgo de
estar a las órdenes del propio perro, lo mejor será adoptarlo
cuando es todavía un cachorro de no más de dos meses de vida.
Durante esta fase, llamada de socialización, el perro está
dispuesto a establecer su más estrecho contacto con el humano.
Este es el periodo en que el humano
debe imponer firmemente su voluntad, impartiendo órdenes que deben
seguirse sin vacilación, no cediendo en nada y rechazando cualquier
tipo de rebelión por parte de los perros, hay que enseñarle que
comportamientos son agradables para el humano que que comportamientos
no son de agrado para el humano, haciendo agradable la convivencia.
Otra recomendación que hay que seguir
es tratar de no intervenir en las luchas jerárquicas entre perros,
dándoles la oportunidad de ajustar sus cuentas por sí mismos,
libres de correas, para que, llegado el caso, puedan escapar de los
ataques agresivos del contendiente.
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Incluso cuando uno se encuentra entre
luchas cruentas entre dos perros por cualquier problema de dominio,
el humano no debe dejarse llevar por sus sentimientos y tomar partido
por el más débil que está perdiendo.
Hasta en los momentos más tranquilos
no conviene mostrar demasiado afecto por los más débiles frente a
los dominadores. En efecto, el dominador podría mostrar su celo
interpretando esa acción como una afrenta a la jerarquía y podría
atacar al más débil.
A su vez el débil podría sentirse
respaldado por el humano y encontrar coraje para agredir al perro más
fuerte con consecuencias a menudo dramáticas para uno de los dos
perros.
Por el contrario, se debe mostrar
siempre preferencia por el dominador y tratarlo con afecto, al menos
cuando se está en presencia del más débil. De este modo se
respetará la jerarquía; primero el humano, luego el perro dominador
y finalmente el sometido.
Finalmente, conviene anotar algunas
convicciones que caracterizan nuestro modo de considerar las
capacidades intelectivas de los perros.
La primera se refiere a la pregunta de
si los perros son o no inteligentes. La respuesta es sin duda que
“Si” los perros son muy inteligentes, si bien sigue la dificultad
de determinar hasta qué punto son inteligentes, y sobre todo si
algunas razas son más inteligentes que otras.
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Cuando nosotros definimos con palabras
la inteligencia, hablamos de la capacidad de resolver los problemas,
pero en realidad los test que miden la inteligencia se basan en
pruebas que dependen la mayor parte de las veces de capacidades
físicas t sensitivas o provenientes de experiencias pasadas.
Además, cuando hablamos de razas más
o menos inteligentes, en realidad mezclamos inteligencia y
adiestramiento. Este último depende de ordinario del grado de
socialización con el humano y no tiene nada que ver con la
inteligencia.
Este error está muy arraigado entre
las convicciones de los cinófilos y comúnmente se oye hablar de
razas más inteligentes que otras sólo porque logran realizar mejor
un ejercicio o porque se hacen entender mejor con su dueño.
La segunda convicción se refiere a la
capacidad de pensar de los perros. El egocentrismo y la soberbia del
hombre no han admitido nunca que se pudiera creer que los animales
piensen igual que los humanos, y se ha sostenido siempre que todas
las acciones de los perros están dictadas por el instinto.
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Seguramente hay diferencias muy grandes
en la capacidad de pensar entre humanos y perros, pero podría ser
que las diferencias existentes sean más cuantitativas que
cualitativas. En efecto, lo que ayuda al humano es seguramente el
lenguaje que le permite comunicar sus pensamiento y razonamientos, y
nuestra medida de calibrar la capacidad de razonar sigue siendo el
lenguaje mismo.
Es sabido que los perros son capaces de
comprender el significado de muchas palabras y de responder a
determinadas órdenes. Es evidente, por otra parte, que no aprendes
solos, sino a través de la enseñanza de sus dueños.
Sin embargo su capacidad o no de
comprender el lenguaje humano no puede ser un patrón válido para
medir la capacidad de razonar de los perros. Los mismos perros tienen
su lenguaje y; ¿Cómo podemos afirmar los humanos que hemos entendido
su mecanismo de comunicación? ¿Cómo podemos afirmar que los perros
no pueden acordarse de algunos sucesos vividos y que sus reacciones
son siempre de carácter instintivo?
Se trata del eterno problema de
antropomorfizar todo tipo de comportamientos o de comunicación
animal, cuando en realidad no podemos afirmar de modo científico
desde nuestras bases de partida ni que los perros sean capaces de
pensar, recordar, soñar y razonar del mismo modo que los humanos, ni
lo contrario.
CAPÍTULO 8
Por:
Erik Farina (Etólogo Canino)
PSICOLMASCOT
Contacto:
psicolmascot@gmail.com
Copyright
© Por: Erik Farina - Psicolmascot